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Ketamina y opiáceos inyectables
La ketamina es un anestésico disociativo que ha llamado la atención por su uso en entornos clínicos y como droga recreativa. La ketamina actúa principalmente bloqueando el receptor de N-metil-D-aspartato (NMDA), un subtipo de receptor de glutamato. El glutamato es el neurotransmisor excitador más abundante en el cerebro y desempeña un papel clave en la plasticidad sináptica, el aprendizaje y la memoria.
Al inhibir los receptores NMDA, la ketamina reduce la actividad del glutamato, lo que conduce a un estado de disociación. Este estado disociativo se caracteriza por una sensación de alejamiento de la realidad, del entorno e incluso del propio cuerpo, razón por la cual la ketamina se conoce como anestésico disociativo.
La ketamina aumenta indirectamente los niveles de dopamina en el cerebro, contribuyendo a sus efectos de mejora del estado de ánimo. Esta actividad dopaminérgica es una de las razones por las que la ketamina puede tener propiedades antidepresivas. Además, la ketamina ejerce cierta acción sobre el sistema opioide, lo que puede contribuir a sus propiedades analgésicas (alivio del dolor).
Los opiáceos inyectables, también conocidos como opioides, son una clase de fármacos que incluyen sustancias naturales, semisintéticas y sintéticas derivadas de la adormidera o creadas para imitar sus efectos. Estos fármacos se utilizan principalmente por sus potentes propiedades analgésicas, pero también son conocidos por su potencial de abuso.
Los opiáceos inyectables actúan uniéndose a receptores específicos del cerebro, la médula espinal y otras partes del cuerpo conocidos como receptores opioides. Los tres tipos principales de receptores opioides son:
- Receptores Mu (μ): El sitio principal para el alivio del dolor, la euforia y la depresión respiratoria.
- Receptores Delta (δ): Intervienen en la modulación del estado de ánimo y la analgesia.
- Receptores Kappa (κ): Asociados al alivio del dolor, la disforia y las alucinaciones.
Los opiáceos desencadenan la liberación de dopamina en la vía de recompensa del cerebro, sobre todo en zonas como el núcleo accumbens. Esta oleada de dopamina crea sensaciones de intenso placer y euforia, que contribuyen al potencial adictivo de estas drogas.
Ejemplos de opiáceos inyectables:
- Morfina: A menudo se utiliza en entornos médicos para el tratamiento del dolor intenso, como el dolor posquirúrgico, el dolor oncológico y en cuidados paliativos. La morfina es un potente agonista de los receptores mu, que proporciona fuertes efectos analgésicos junto con sedación y euforia.
- Heroína (diacetilmorfina): Aunque originalmente se desarrolló para uso médico, la heroína es ahora una droga ilegal sin uso médico aceptado en muchos países. Es muy adictiva y se suele consumir por sus intensos efectos eufóricos. Una vez inyectada, la heroína atraviesa rápidamente la barrera hematoencefálica y se convierte en morfina, que se une a los receptores opioides, provocando una euforia intensa y alivio del dolor.
- Fentanilo: El fentanilo es un opiáceo sintético que se utiliza en entornos médicos para el dolor intenso, como durante una operación o para el dolor del cáncer. También se utiliza habitualmente en anestesia. El fentanilo es extremadamente potente, entre 50 y 100 veces más que la morfina, y actúa con rapidez al unirse fuertemente a los receptores mu. Su potencia lo hace muy eficaz para aliviar el dolor, pero también aumenta el riesgo de sobredosis, sobre todo si no se utiliza correctamente.
- Hidromorfona (Dilaudid): Otro potente opioide utilizado para el dolor intenso, a menudo en casos en los que otros opioides son ineficaces. Al igual que la morfina, la hidromorfona actúa principalmente sobre los receptores mu para producir analgesia, sedación y euforia.
La combinación de ketamina con opiáceos inyectables puede producir efectos complejos y potencialmente peligrosos debido a la forma en que estas sustancias interactúan en el cerebro y el organismo.
- Mayor riesgo de depresión respiratoria: Tanto la ketamina como los opiáceos pueden deprimir el sistema respiratorio, pero lo hacen a través de mecanismos diferentes. Los opiáceos actúan principalmente sobre el tronco encefálico para reducir el impulso respiratorio, mientras que la ketamina, aunque generalmente es menos probable que cause depresión respiratoria por sí sola, puede exacerbar este efecto cuando se combina con opiáceos. Esta combinación aumenta significativamente el riesgo de depresión respiratoria mortal, especialmente en casos de sobredosis.
- Mayor sedación y deterioro cognitivo: Ambas drogas causan sedación, pero cuando se usan juntas, este efecto se amplifica. Los usuarios pueden experimentar una sedación profunda, que puede deteriorar la función cognitiva y las habilidades motoras, aumentando el riesgo de accidentes, especialmente si el individuo intenta realizar tareas como conducir.
- Complicaciones cardiovasculares: La ketamina puede elevar la presión arterial y la frecuencia cardíaca, mientras que los opiáceos tienden a tener el efecto contrario, disminuyendo ambas. La combinación puede crear respuestas cardiovasculares impredecibles, pudiendo provocar arritmias, hipertensión o hipotensión, dependiendo de la dosis y de la susceptibilidad individual.
- Efectos psicológicos impredecibles: Los efectos disociativos de la ketamina, combinados con los efectos eufóricos y potencialmente disfóricos de los opiáceos, pueden conducir a experiencias psicológicas impredecibles. Los usuarios pueden experimentar alucinaciones intensas, delirios o ansiedad severa, especialmente en dosis altas o en aquellos con condiciones de salud mental preexistentes.
- Riesgo de sobredosis: El riesgo de sobredosis es significativamente mayor cuando se combinan estas sustancias. En muchos casos notificados, el desenlace letal se debió a los efectos combinados de depresión respiratoria, sedación extrema y colapso cardiovascular, especialmente en entornos no terapéuticos en los que las dosis no se controlan cuidadosamente.
En definitiva, recomendamos evitar esta combinación en cualquier circunstancia.
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